En el catolicismo hay una concepción lineal del tiempo (principio y fin), por lo que se destaca la idea de recorrido a lo largo de un eje. El mundo se concibe como una creación en beneficio del hombre, de manera que el espacio de culto está excavado en la tierra, que es la que da cobijo y forma a los actos litúrgicos. Una suave pendiente conduce hasta ese espacio. Al salir de él y al situarnos en un espacio excavado, contemplamos la naturaleza directamente, como un don que hay que cuidar y preservar.
domingo, 2 de noviembre de 2008
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